Buen hábito y mal hábito

Pero también tenemos el hábito de No hacer cosas: el hábito de no leer, de no ir regularmente al médico, de no estudiar, etc.

El hacer, bien o mal, y el no hacer algo son igualmente hábitos.

En la vida cristiana esto se aplica tal cual.

Todos sabemos que el aprendizaje y la constitución de una conducta no son de los procesos más divertidos y nos cuesta, nos resistimos.

Sin embargo, sabemos que los buenos hábitos, las “virtudes” son buenas para nosotros, que nos hacen bien. 

Revisemos los hábitos que hemos instalado o no, como buenos caminos que nos acercan en nuestra comunión con Dios:

¿qué tanto estamos acostumbrados a leer Su Palabra? O de acercarnos a Dios en oración durante el día? Lo buscamos?

Es nuestro primer refugio en la tribulación?

¿Tenemos el hábito de usar las escrituras en nuestro diario andar?

Dios nos insta a adoptar estas acciones habituales:

“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esa es la voluntad de Dios (…)

No apaguéis el Espíritu.” 1° Ts 5:16- 20

“Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente” Salmos 119:44

“Buscad primeramente el Reino de Dios y Su Justicia..” Mt 6:33

Orar. Alegrarse. Agradecer. Amar. Buscarlo. Guardar su palabra.

Hábitos que nos el Señor nos exhorta a tomar porque nos conoce, conoce nuestras debilidades, nuestras flaquezas y sabe que es lo mejor para nosotros.

Instalemos hábitos que nos acerquen cada día a nuestro Padre.

Sustituyamos aquellas malas costumbres que ponen nuestra atención y nuestros intereses en otras cosas.

En esto debemos ser creativos y prácticos, buscando las formas que nos resulten más útiles, más fáciles, de modo que podamos vencer nuestra barreras.

Y por supuesto que el Señor nos llenará de motivaciones cada vez que nos encontremos con Él y vivamos experiencias maravillosas.

Para sustituir un mal hábito hay que instalar uno nuevo, de otra forma nunca podremos extirpar aquella conducta.

Por ello es que debemos esforzarnos en buscar estas cosas.

Porque siempre nuestras acciones hablarán  más alto que nuestra voz

y porque la vida cristiana se trata del ejercicio mismo, de la acción de lo que oímos, sabemos y debemos hacer.

Escrito por Mariana Rueda