Cómo encontrar a nuestra pareja

¿En qué áreas puede usted ejercer su fe? ¿Por cuáles cosas puede creer?

En primer lugar, puede creer por todo lo que la Palabra de Dios le promete o provee para su vida. Sin embargo, no puede creer por lo que no se encuentra en la Palabra. ¿Por qué no? Porque en la Biblia se declara: «Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17). La fe se fundamenta en lo establecido en la Palabra; y por esa razón, no puede creer más allá de su conocimiento bíblico. Cuando las personas lo intentan, enfrentan serias dificultades.

Por ejemplo, hace años conocí a un pastor de cierta denominación, quien recibió el bautismo del Espíritu Santo; y por hablar en lenguas, lo expulsaron de su iglesia.

Sin iglesia, el pastor se dedicó a los negocios en una ciudad grande, y comenzó a congregarse en la iglesia más grande del Evangelio Completo de dicha ciudad. Este hombre era soltero, y tenía entre 35 y 40 años.

Él me dijo que había una hermosa mujer que cantaba en el coro de la iglesia, y como en las Escrituras se asegura que podemos obtener lo que declaremos y todo lo que deseemos, y que sólo debemos orar y creer que lo recibimos; entonces él iba a orar y a creer que ella sería su esposa.

Ahora bien, yo nunca he leído en la Biblia: “Le prometo a Juan que María será su esposa”. Quizá, ella no desee ser su esposa, y por su parte ¡Juan  puede estar muy bien sin ella!

Así que le pregunté al hombre: ¿Ha hablado alguna vez con esta dama? ¿Ha tenido alguna cita con ella?

—¡No! —respondió él.

Sentado ahí en la congregación mientras el coro cantaba los domingos por la mañana; este hombre había observado a la dama, se había sentido atraído por ella, y pensó: «Puedo obtener todo lo que declare con mi boca». Entonces él creyó que al declararlo, ellos se casarían.

Pero ¿bajo qué condiciones pasaría esto?

Algunos podrían argumentar: “Bueno, si yo creo firmemente, recibiré”. No, la fe debe fundamentarse en la Palabra de Dios. Como hemos leído, la fe viene por oír, y el oír por la Palabra. Y en la Palabra, leemos: «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová» (Proverbios 18:22).

«El que halla esposa…», eso implica que usted debe cumplir con su parte en este proceso; sin embargo, debe ser guiado por el Señor, y también debe percatarse de que no puede interferir en el libre albedrío de otra persona.

El Señor lo dirigirá y guiará. Usted tiene derecho a pedirle Su dirección, pues Él ha prometido guiarlo. Pero sólo elegir a alguien y expresar: “Voy a creerle a Dios, y así ella será mi esposa”; no funcionará.

La voluntad de otra persona está involucrada

La mujer con la cual desea casarse, probablemente no desee convertirse en su esposa. Lo mismo sucede con la mujer: el hombre con el cual desea casarse, quizá no quiera ser su esposo.

Amigos, no se puede obviar la voluntad de la otra persona en este asunto; por tanto, es importante que lo comprendan de una vez por todas.

Dios mismo no ejerce autoridad sobre el espíritu humano. Si Él lo hiciera, cada uno en el mundo sería salvo hoy, y entonces podríamos entrar al milenio.

Sólo ejercemos autoridad sobre espíritus malignos, pero no sobre almas humanas. El Señor le ha otorgado a las personas libre albedrío para escoger por sí mismos.

En una de mis últimas convenciones como pastor, una mujer soltera, mayor de treinta años, me preguntó: «Hermano Hagin, ¿tengo derecho a orar por un esposo?».

Yo creo que lo puede hacer, le contesté. Pues en la Biblia se afirma: «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová»; y esto sería una regla incompleta si no funcionara en ambas direcciones.

¿Funcionará la fe en este caso?

Le expliqué a la joven: No puede simplemente escoger a alguien, y decir: “Él es para mí”. Lo que si puede hacer es pedirle a Dios que la guíe. Pida con fe por su pareja, confíe en Dios, y permita que Él arregle los detalles.

Permaneciendo en fe

Durante varios meses, parecía que las cosas no iban a funcionar para esta joven mujer, nadie venía a su vida. Siempre que la veía, la animaba a permanecer firme en su fe. Ella declaraba: «Yo permanezco en fe; pues sé que funcionará ¡Estoy segura de que así será!». Y además, tenía ciertos ideales: «No soy una ministra, pero he estado en la obra del Señor por muchos años, y deseo casarme  con un ministro».

Algún tiempo después, la vi, y estaba casada con un buen hombre —un ministro—. ¡Su fe funcionó!

También recuerdo a dos hermosas jovencitas, quienes asistieron a una convención de avivamiento que llevé a cabo en Oklahoma. Ellas recién se habían graduado de secundaria con las más altas calificaciones de su clase. Ambas fueron salvas y bautizadas en el Espíritu Santo durante mi convención. Algunos meses después, cuando regresé a esa iglesia, el Señor me indicó que le ministrara una palabra de sabiduría a una de las jovencitas.

Luego, el pastor me dijo: «Hermano Hagin, estoy tan feliz de que haya hecho eso. Esa joven está comprometida para casarse, y nosotros estábamos preocupados. El joven asiste a esta iglesia, pero siendo sincero, estoy seguro de que él aparentaba ser salvo porque deseaba casarse con ella».

Algo mejor

Yo ignoraba estos detalles la noche en que el Señor me indicó que la ministrara. Ella estaba sentada en la fila de enfrente. Yo le pedí a la congregación que cantara, pues no quería que todos escucharan lo que iba a comunicarle. Entonces le dije: «El Señor me pidió que le diera este mensaje: Tengo algo mejor para ti. No te cases ahora, Yo tengo algo mejor para ti».

Dos años después, fui a California a una convención cuando una joven pareja muy simpática se me acercó.

—Hermano Hagin, ¿me recuerda? —me preguntó la mujer.

—No —le contesté—. Pero su rostro me parece familiar.

Ella me dijo su nombre, pero yo seguía sin poder recordar.

—Bien —exclamó—. Quizá recordará que una vez usted me llamó al frente, mientras la congregación estaba cantando, y me profetizó que no me casara porque el Señor tenía algo mejor para mí.

—Oh, eso sí lo recuerdo —respondí.

—Bien —replicó muy feliz—. ¡Esa palabra se cumplió!

Entonces me explicó que ella y su esposo estaban en el Instituto Bíblico  preparándose para el ministerio. «¡Oh! estoy tan contenta de que el Señor me detuviera, y me ministrara. De lo contrario, hubiera cometido un error fatal; ahora somos tan felices. Y además, estamos trabajando para Dios».

El Señor tenía algo mejor para ella. Él puede dirigirnos y guiarnos. Nosotros sólo necesitamos estar atentos a Su dirección.

Como ve, podemos creer en Dios, ejercer nuestra fe basados en las promesas de la Biblia. En otras palabras, debemos fundamentar nuestra fe en lo que se establece en las Escrituras. Si cruzamos el límite de lo que se enseña en la Palabra, entonces entraremos a zonas oscuras —el área de las tinieblas—. Mientras permanezcamos en la Palabra, nos encontraremos en la luz. De esa manera, estaremos a salvo, en terreno seguro.

Alguien podría argumentar: “No sé qué dirección tomar en la vida; entonces ¿en qué debo creer?”.

Bueno, confíe en que Dios lo guiará, pues Él se lo ha prometido. Pida Su dirección por fe; declare: El Señor me está guiando y dirigiendo. Quizá en este momento, no vea ni sepa qué hará. Sin embargo, Él es mi guía, y yo confío en Él.

«Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Romanos 8:14). Permita que la voluntad de Dios le dé dirección. Pero recuerde que Él lo guiará paso a paso.

Tomado del libro Ministering to Your Family (Capítulo 1, ©1986) por Kenneth E. Hagin y Kenneth Hagin Jr. Reimpreso bajo autorización de Kenneth Hagin Ministries, Inc